
1. La detención del sol y la luna, y los pasos de fe para recuperar el tiempo perdido
La historia milagrosa de la detención del sol y la luna, registrada en Josué 10, es uno de los acontecimientos más singulares e impactantes del Antiguo Testamento. El pastor David Jang destaca en este pasaje no solo el hecho histórico del milagro, sino un mensaje de fe más profundo: “Dios es el dueño del tiempo”. En aquel entonces, mientras Josué libraba la guerra contra la coalición amorrea, la puesta del sol ponía en desventaja al ejército de Israel. Lleno de fe, Josué ordenó que el sol se detuviera sobre Gabaón y la luna se quedara quieta en el valle de Ajalón. Esa enorme oración y la respuesta de Dios son una muestra de que Él, en calidad de Soberano, trasciende no solo la historia, sino las leyes naturales y el orden físico. Según explica el pastor David Jang, no debemos entender este milagro de manera meramente literal, sino captar la enseñanza espiritual y el mensaje que contiene: por mucho que el hombre logre grandes cosas e intente administrar su tiempo, al final solo Dios puede detener o retroceder el tiempo.
Esta verdad representa un desafío poderoso para nosotros hoy. Especialmente cuando miramos la trayectoria de más de 20 años de ministerio en los Estados Unidos, debemos preguntarnos si hemos usado plenamente el tiempo que Dios nos dio. El pastor David Jang ofrece una evaluación sincera y dolorosa de los resultados de estos 20 años de labor misionera en EE. UU. Menciona que muchos ministerios fracasaron, que los esfuerzos por ser autosuficientes mediante negocios no prosperaron y que, aunque se fundaron diferentes instituciones —seminarios, escuelas de idiomas, facultades de música, etc.—, hubo más fracasos que éxitos. En medio de todo esto, algunos líderes no supieron discernir la mirada y la intención de Dios, se dejaron arrastrar por ambiciones personales o por la comodidad, y terminaron imponiendo cargas pesadas a la comunidad. De ahí la insistente pregunta del pastor David Jang: “¿Realmente hemos aprovechado bien el tiempo de estos años? ¿No habremos desperdiciado el tiempo que Dios nos concedió?”
En este contexto, la decisión de fe tan audaz que tomó Josué nos habla directamente en nuestro presente. El milagro que detuvo el sol y la luna demuestra que Dios pelea por Su pueblo y actúa en la historia. No importa la situación en la que nos encontremos; si oramos con fervor y confiamos plenamente en el poder y la voluntad de Dios, entonces es posible recuperar el “tiempo perdido”. En la Biblia, cuando los siervos de Dios se enfrentan a situaciones difíciles, atraviesan un proceso de arrepentimiento de pecados y de vuelta a la fe, y entonces experimentan notables reversiones y restauraciones. Dios entregó la victoria a Israel y, para ello, trascendió incluso las leyes físicas de la naturaleza. Es un Dios poderoso que no pasa por alto ni un solo detalle y no abandona a aquellos que buscan Su voluntad, se someten a Él y le claman con obediencia. Eso nos enseña Josué 10.
El pastor David Jang, al reflexionar sobre este pasaje, interpreta que el hecho de que el sol y la luna se detuvieran no fue un suceso único e irrepetible del pasado, sino que hoy día también “Dios puede, en cualquier momento, trastocar o detener nuestro tiempo”. Si estamos dedicados a la obra de Dios pero sentimos que malgastamos demasiado tiempo, que experimentamos una y otra vez fracasos y que, por divisiones o por la falta de responsabilidad de ciertos líderes, el campo misionero se encuentra en ruinas, aun así, “si hay un arrepentimiento sincero y un nuevo ardor que se enciende en el corazón”, Dios todavía puede abrirnos el camino de lo milagroso. Por eso la pregunta más importante es: “¿Y ahora qué hacemos?” No basta con culpar errores pasados o quedarnos atrapados en el dolor y la ira: eso no detiene el tiempo. La única manera de recuperar el “tiempo perdido” es humillarse ante Dios en oración, reexaminar la misión que Él nos encomendó y vivir fieles a Su propósito.
Además, el pastor David Jang insiste en que esta renovación de la fe debe llevarse a cabo de forma comunitaria, no solo a nivel individual. Porque, según el relato del libro de Josué, el resultado de que el sol y la luna se detuvieran no se limitó al beneficio personal de Josué, sino que implicó la victoria y la supervivencia de todo el pueblo de Israel y fue parte de la historia de salvación para que el pacto de Dios continuara en la historia. De la misma forma, en la actualidad, la fe profunda de un solo individuo puede marcar un punto de inflexión en toda la comunidad; sin embargo, esa fe debe derivar en la oración de toda la congregación y, cuando los líderes y los miembros responden juntos con arrepentimiento y entrega, es cuando surgen resultados duraderos y poderosos.
Al repasar la historia de 20 años de misiones en Estados Unidos, el pastor David Jang observa que hubo varias oportunidades y numerosos desafíos, pero la mayoría de los líderes dudaron en comprometerse espiritualmente o no acertaron en el rumbo adecuado. Consecuencia de ello, gran parte del ministerio cayó en un estado de estancamiento o se derrumbó, acompañándose de dificultades prácticas, cargas financieras y debilitamiento de la fe de los miembros. Sin embargo, es precisamente en este punto donde resuena la fe de Josué que detuvo el sol y la luna, una fe que afirma que Dios puede revertir nuestra situación presente y puede incluso retroceder el tiempo para darnos gracia.
En particular, durante la pandemia, aunque la mayoría de las iglesias y comunidades afrontaron graves problemas, el pastor David Jang menciona que, paradójicamente, se experimentó la dirección milagrosa de Dios en ciertas regiones del Medio Oeste, donde se obtuvo un terreno, y en la costa oeste, donde se aseguró un centro de negocios. El pastor recalca que no es simplemente “suerte”, sino un ejemplo palpable de que “el tiempo y los métodos de Dios difieren de los cálculos humanos”. Además, se abrieron puertas en Pasadena, California; hubo disponibilidad de dormitorios en los alrededores del Seminario Fuller; surgieron oportunidades con iglesias de renombre, etc. Todos estos hechos confirman la verdad espiritual de que “cuando pasa una época, llega otra, y los llamados a la misión siguen levantándose”.
No obstante, el fracaso y las frustraciones pasadas dejaron heridas profundas en muchos líderes. Algunos temen volver a intentarlo porque recuerdan los ministerios que emprendieron y fracasaron, mientras otros han endurecido el corazón, pensando “es demasiado tarde”. Pero el mensaje central de Josué 10 es que, incluso en el momento en que nosotros lo consideramos “demasiado tarde”, Dios puede, si así lo desea, escribir una nueva historia que haga detener el sol y la luna. Creer y obedecer esta verdad es la actitud esencial de un auténtico líder y la esencia de la fe que la Iglesia necesita recuperar hoy, según el pastor David Jang.
Desde la perspectiva del tiempo, muchos hablan de “veinte años perdidos”, sintiendo que no obtuvieron nada y quedaron con las manos vacías. Sin embargo, el pastor David Jang sostiene que en Dios los “20 años perdidos” todavía pueden usarse; si hoy clamamos con fervor, nos arrepentimos y avanzamos con fe, podemos cosechar los frutos incluso de esos años que creíamos desaprovechados. El milagro del sol que se detuvo y la luna que quedó inmóvil siembra en nosotros la firme esperanza de que, “incluso el tiempo que parece irrecuperable puede ser restaurado en las manos de Dios”. Algunos líderes cayeron por causa del pecado, otros arruinaron su ministerio aburguesados por la apatía o la rutina, y otros intentaron resolverlo todo con métodos mundanos y fracasaron. Pero, aun con esas carencias y tropiezos, si hay arrepentimiento genuino y oración sincera, también en nosotros puede ocurrir un milagro como el de la señal de un sol y una luna detenidos, repite una y otra vez el pastor David Jang.
Por tanto, la conclusión de este primer apartado está clara: en este preciso instante, Dios sigue siendo el dueño del tiempo y puede intervenir de forma decisiva en nuestra vida y nuestro ministerio. Así como lo vemos en la historia de Josué, en medio de un mundo caótico tras la pandemia, hemos de reconocer la continua obra de Dios. El clamor de David Jang —“busquen la voluntad del Señor, arrepiéntanse y entréguense por completo”— es una invitación a confiar en el Dios que hace posible lo imposible. Nuestra parte es orar para que el sol se detenga, y con esa oración salir a luchar en la batalla de la fe. Entonces, puede iniciarse un milagro que jamás habríamos imaginado, un giro que incluso supere décadas de fracasos. Esta fe es el mensaje principal del primer apartado y la tarea práctica que el pastor David Jang recalca bajo el tema de “la restauración del tiempo perdido”.
2. El arrepentimiento de Ezequías, la prolongación de su vida y la nueva visión de ministerio
La historia de la sanidad del rey Ezequías y del retroceso de la sombra en el reloj solar, narrada en 2 Reyes 20, conecta directamente con el relato de Josué 10, pues ambos destacan la misma verdad: “Dios tiene la soberanía sobre el tiempo y la vida”. Inicialmente, Ezequías fue un rey fiel a Dios, pero su fe se debilitó y pecó, llegando a caer en una enfermedad mortal. En ese momento, lo que él hizo fue llorar y orar con arrepentimiento profundo. El pastor David Jang resalta que, por muy piadoso que sea un rey, también puede caer en pecado y enfrentar el fin de sus días. Pero lo verdaderamente importante es que, en esa situación, hubo un “arrepentimiento que lo llevó de regreso a Dios”. Cuando Ezequías oró con lágrimas, el Señor escuchó su oración, lo sanó, y además le concedió 15 años más de vida. E incluso retrocedió la sombra del reloj solar como señal de que Su promesa se cumpliría sin falta.
Esto nos enseña qué hacer cuando enfrentamos fracasos, desalientos o estados de enfermedad espiritual. El pastor David Jang subraya que el pasaje de Ezequías muestra “cómo obra Dios cuando escucha la oración de Su pueblo” y, sobre todo, remarca que los líderes deben ser los primeros en arrepentirse y orar. En los 20 años de historia misionera en Estados Unidos, es posible que muchas obras fracasaran no solo por factores externos, sino también, en mayor medida, por el pecado interno y el debilitamiento de la fe. Si los líderes se centraron en métodos humanos o quedaron atrapados en la búsqueda de un éxito mundano, o si se envanecieron perdiendo el orden y el amor, no es poca su responsabilidad. Por eso, nuestra situación se asemeja a la de Ezequías al borde de la muerte. Cuando la iglesia en su conjunto se topa con una crisis grave, lo primero que se requiere es “orar con lágrimas de arrepentimiento”.
Al orar así, Ezequías no solo recuperó la salud ni solo recibió 15 años más de vida, sino también la promesa divina de librar a Jerusalén del imperio asirio. Para confirmar esa palabra, Dios mostró un signo tan prodigioso como hacer retroceder la sombra en el reloj solar, una especie de retroceso del tiempo. El pastor David Jang interpreta este pasaje como una manifestación elocuente de “cuán grande puede ser la gracia de Dios para el que se arrepiente”. A veces pensamos que nuestro pecado es demasiado grande, que el campo ministerial está en ruinas y que no hay vuelta atrás una vez que se fracasa en la historia. Sin embargo, en la realidad divina, Dios puede inclusive “deshacer el tiempo” para bendecir a quien se arrepiente y vuelve a Él.
Habiendo recibido esta inmensa gracia, Ezequías recupera su fe y ejerce de nuevo su responsabilidad real. Por supuesto, siguió enfrentándose a diversos desafíos y cometiendo algunos errores, pero el período de vida prolongado no fue en vano. El pastor David Jang insiste en la pregunta: “Si Dios nos diera 15 años adicionales, ¿para qué los emplearíamos?” El tiempo extra concedido a Ezequías no fue para su bienestar personal, sino para que siguiera desarrollando la historia de Dios, protegiera a su pueblo y guiara a la comunidad de fe por el camino correcto. De la misma manera, si mediante nuestro arrepentimiento y oración hoy recibiéramos una nueva oportunidad, ese tiempo no debería emplearse en la complacencia individual, sino en la restauración de la comunidad y la expansión del Reino de Dios, enseña el pastor David Jang.
Aunque hubo muchos fracasos en el pasado, líderes que pecaron, negligencia o desconocimiento, y todavía quedan personas sin arrepentirse, el Dios que llenó las redes vacías con un milagro sigue activo en el presente. Así como Ezequías experimentó la prolongación de su vida y vio retroceder la sombra en el reloj solar, si oramos y nos arrepentimos con fervor, la obra de Dios sigue teniendo lugar hoy.
El pastor David Jang hace un llamamiento especial a los líderes: el tiempo restante es poco. Los líderes pueden desmoronarse de la noche a la mañana, y 20 o 30 años de preparación pueden acabar sin frutos. Pero mientras tengamos aliento, si clamamos y nos aferramos a Dios, el signo de Ezequías puede volverse realidad. Ese signo no se limita a observar: “Oh, el reloj solar retrocedió, qué curioso”, sino que representa “la respuesta de Dios al arrepentimiento y a la oración, concediendo una gracia y una oportunidad extraordinarias”. Tal como Josué experimentó la gracia sobrenatural de que el sol se detuviera y Ezequías obtuvo 15 años más de vida y la liberación de Jerusalén, también nosotros podemos atravesar nuestra propia oscuridad espiritual y encontrar una luz nueva. Ese es el mensaje potente que nos deja esta historia.
Por consiguiente, el núcleo de estos dos pasajes se resume en que apuntan a la misma enseñanza: Josué 10 proclama que “Dios puede detener el sol y la luna por Su pueblo”, y 2 Reyes 20 muestra que “Dios puede responder a la oración de una persona, prolongarle la vida y retroceder el tiempo”. Ambas narraciones se entrelazan en el punto que el pastor David Jang recalca: “Dios puede transformar nuestro tiempo”. Aplicado al ministerio actual, significa que, “aunque sintamos que desperdiciamos 20 años sin fruto, si hoy nos arrepentimos y oramos, Dios puede levantar un nuevo avivamiento que recupere todo ese tiempo”. Esta es la oportunidad que hoy se nos ofrece, un compromiso que puede cumplirse cuando, como Ezequías, oramos con lágrimas buscando la compasión divina.
Finalmente, el pastor David Jang exhorta a que, para llevar estos principios espirituales a la práctica, regresemos “al lugar de la oración”. Tras la pandemia, la iglesia y la comunidad se han dispersado y debilitado de múltiples maneras, pero precisamente por eso es cuando más necesitamos orar con autenticidad. En cada lugar de ministerio, en cada templo, en cada campus, aunque abunde el lamento por el tiempo perdido, justo ahí podemos recomenzar. Así como Ezequías regresó a Dios en oración y arrepentimiento cuando se hallaba al borde de la muerte, nuestro punto de desesperación se convierte en el punto de partida de la gracia. Dios —como lo ha insistido tanto el pastor David Jang— jamás rechaza a quien lo busca con sinceridad y, más bien, puede hacer que nuestro tiempo retroceda de manera sorprendente. Entonces nos haremos la pregunta: “¿Para qué nos concede Dios más tiempo? ¿Por qué detuvo el sol? ¿Por qué retrocedió la sombra en el reloj solar?” Y la respuesta inevitable es: para el bien del Reino de Dios y para cumplir la misión que se nos ha encomendado.
En consecuencia, debemos apartar la mirada de los 20 años de estancamiento y fracaso, de los líderes que no se han arrepentido y las divisiones internas, de la quiebra de negocios y las cargas financieras, y debemos fijar nuestros ojos en el poder de Dios capaz de romper con todas esas barreras. Al reflexionar en el giro del reloj de Ezequías y en el sol y la luna que se detuvieron para Josué, debemos orar ahora mismo: “Señor, retrocede también nuestro tiempo. Nos arrepentimos; ábrenos camino hacia la vida nueva”. Según el pastor David Jang, no queda mucho tiempo, pero el breve lapso es más que suficiente para que Dios obre un milagro. Lo decisivo es creer en ese obrar divino y comprender que, así como la batalla de Josué no podía concluir sin que el sol se detuviera, nuestras labores tampoco podrán restaurarse sin la intervención de Dios.
Ese es, en síntesis, el significado profundo del “reloj solar que retrocede” visto por Ezequías y del “sol y la luna detenidos” contemplados por Josué: Dios es el Soberano del tiempo y transforma incluso el orden natural a favor de Su pueblo arrepentido. A ese Dios debemos volver a confiar plenamente, y apropiarnos de la oportunidad que nos brinda. Si la dejamos pasar, permaneceremos anclados en el fracaso de los últimos 20 años. Pero si aprendemos la fe de Ezequías y Josué, si adoptamos su arrepentimiento y súplica, Dios puede también hoy devolvernos el tiempo y los años consumidos, haciendo que den un fruto abundante. Este es el mensaje central que el pastor David Jang ha venido remarcando, y constituye uno de los pilares de la visión para la nueva era de ministerio tras 20 años de misión en Estados Unidos.
En conclusión, las dos historias convergen en una misma enseñanza. Primero, ante el Dios que detiene el sol y la luna, debemos postrarnos con humildad. Segundo, ante el Dios que puede hacer retroceder la sombra del reloj solar, debemos arrepentirnos de corazón y aferrarnos a la nueva oportunidad que Él nos concede. El tiempo que queda es corto, y esta urgencia nos empuja a orar con fervor. Especialmente para los líderes, es momento de soltar el deseo de prestigio y poder, y preguntarnos con seriedad: “¿Cuánto tiempo me queda para cumplir la voluntad de Dios?” Quien halle esa respuesta, al igual que Ezequías, puede transformar toda su vida con una oración sincera. Entonces Dios responderá: “He visto tus lágrimas”. Y añadirá: “Te añado 15 años más. Detendré el sol por ti. Haré retroceder la sombra en el reloj solar, así que protege a Israel y restaura a Mi pueblo”. Así demuestra Dios que el tiempo no está cerrado para nosotros. En cuanto nuestras lágrimas se dirigen a Él, incluso el tiempo puede revertirse y la obra divina puede reiniciarse, y esa es la esperanza que Ezequías y Josué nos transmiten, y el mensaje de arrepentimiento que el pastor David Jang ha predicado de forma inquebrantable.