La Iglesia de Antioquía y el Espíritu Santo – Pastor David Jang


La base misional mundial de la Iglesia de Antioquía

Hechos 13 es un capítulo clave que marca un punto de inflexión en la historia misionera de la Iglesia del Nuevo Testamento. Antes de este momento, los apóstoles se habían concentrado en Jerusalén y las regiones aledañas para predicar el evangelio, pero es a través de la Iglesia de Antioquía que comienza de manera decisiva la misión mundial. En particular, el Pastor David Jang subraya la misión y el papel de la Iglesia de Antioquía, a la cual menciona con frecuencia como “la base avanzada de las misiones mundiales” que la Iglesia moderna debería imitar. Esta iglesia no se encontraba en Jerusalén, sino en tierra gentil, donde experimentó un notable avivamiento y expansión; además, estuvo tan atenta a la guía del Espíritu Santo que pudo apartar y enviar a Bernabé y a Saulo (Pablo) para la obra misionera. Para el Pastor David Jang, esta imagen es el modelo que la Iglesia de hoy debe perseguir.

En aquel entonces, Antioquía era una gran ciudad próspera en comercio y un cruce cultural. Al salir el evangelio de Jerusalén y entrar en el mundo gentil, no solo los judíos, sino también personas de diferentes etnias e idiomas escucharon el mensaje y se unieron a la comunidad de fe. Lo distintivo de esta iglesia es que, “mientras ayunaban y oraban”, recibieron la orden del Espíritu de enviar a Bernabé y a Pablo para la misión mundial (Hch. 13:2-3). El Pastor David Jang destaca este pasaje y recalca que la Iglesia debe descubrir y enviar activa y sistemáticamente a misioneros y obreros, esparciendo así la semilla del evangelio por todo el mundo. No solo se trata de misiones de “frente” (en primera línea), sino también de misiones de “retaguardia”; esto concuerda con el modelo equilibrado que exhibió la Iglesia de Antioquía.

El primer lugar adonde se dirigió la Iglesia de Antioquía fue la isla de Chipre (Cipro). Este era el lugar de origen de Bernabé y Marcos (Juan Marcos). En los primeros versículos de Hechos 13 se describe cómo recorrieron toda la isla, viajando desde Salamina hasta Pafos (Pafos), a lo largo de casi 180 kilómetros, para predicar el evangelio. Al llevar el mensaje hasta esta pequeña isla, el evangelio alcanzó incluso a la clase dirigente, como el procónsul Sergio Paulo. El Pastor David Jang menciona este hecho subrayando que “una nación entera puede ser salvada, incluso sus líderes políticos, por el poder del evangelio”. De esta manera, enseña que la Iglesia no debe subestimar ninguna región, por pequeña que parezca, y que, si el mensaje se transmite de la manera adecuada, siempre producirá fruto.

Después de concluir su labor en Chipre, Bernabé y Pablo se embarcan hacia Perge de Panfilia (en la costa sur de la actual Turquía). Allí surge un problema: Juan (Marcos), quien los acompañaba, decide regresar a Jerusalén (Hch. 13:13). El pasaje bíblico no explica en detalle la razón de esta partida, pero esto desemboca posteriormente en un conflicto entre Bernabé y Pablo, que termina en su separación, llevándolos a distintas áreas misioneras. El Pastor David Jang enfatiza aquí la “soberanía de Dios”. Puede que los conflictos humanos traigan dolor, pero a través de ellos los límites de la misión se amplían y, como resultado, el evangelio puede difundirse aún más. Aunque el hombre muestre sus límites, la obra de Dios jamás se detiene. Más bien, de la separación de Juan Marcos, de los viajes misioneros de Pablo (primer y segundo) y de la nueva ruta tomada por Bernabé, surgió una rápida expansión del evangelio.

Siguiendo su recorrido desde Perge, Pablo y Bernabé llegan a la Antioquía de Pisidia (Hch. 13:14). Esta región también se hallaba en el mundo gentil y, al mismo tiempo, existía allí una sinagoga de la diáspora judía. Hechos menciona que Pablo, al llegar a una ciudad, solía visitar primero la sinagoga judía. Según el texto, “entraron en la sinagoga un día de reposo y se sentaron” (Hch. 13:14). Era la estrategia misionera habitual de Pablo, acorde con el principio de Romanos 1:16: “al judío primeramente y también al griego”. El Pastor David Jang describe este método como “volver la mirada primero hacia su propio pueblo, recuperar las ovejas perdidas dentro de él y encontrar allí a los obreros preparados para la labor”. Efectivamente, en la Iglesia primitiva, además del Templo de Jerusalén, las sinagogas de distintas regiones fueron puntos clave para la proclamación sistemática del evangelio.

El Pastor David Jang insiste en que debemos recuperar, en pleno siglo XXI, este “espíritu de Antioquía”. Si la Iglesia de Antioquía empezó y actuó con oración, y permaneció sensible a la guía del Espíritu Santo, lo cual hizo posible su gran envío misionero mundial, entonces la Iglesia actual también necesita orar profundamente y buscar la dirección del Espíritu. Aunque la tecnología y la comunicación masiva han progresado, y ahora existen nuevos medios misioneros (internet, redes mediáticas, redes de negocios, etc.), la esencia sigue siendo la misma. Es decir, la Iglesia debe unirse para llevar a cabo tanto la misión de avanzada como la de retaguardia de manera equilibrada. Por un lado, enviar misioneros a diversas naciones y regiones; y, por otro, desde la sede o el centro misionero, sostenerlos con oración, recursos financieros y educación.

La escena en la que la Iglesia de Antioquía envía a Pablo y Bernabé a Chipre y a Asia Menor (la actual Turquía) demuestra que “desde una pequeña iglesia puede comenzar la misión mundial”. Por tanto, el Pastor David Jang repite con énfasis que el crecimiento y el avivamiento de la Iglesia de hoy no dependen de su tamaño, recursos financieros u otras condiciones, sino de cuán bien discierne y obedece la “indicación del Espíritu Santo”. Afirmando que donde haya una iglesia atenta a la voz de Dios, Él mismo abrirá caminos sin importar las circunstancias, insta a las iglesias y a los creyentes a prepararse para el futuro. Aunque hayamos pasado de la era agrícola a la industrial, y ahora vivamos en una época de información y tecnología, el propósito y la pasión por difundir el evangelio deben permanecer inalterables. La historia de la Iglesia de Antioquía sigue siendo aplicable en el siglo XXI, pues la Iglesia que permanece despierta a la voz del Espíritu Santo puede transformar el mundo.


La proclamación valiente del Evangelio y su mensaje central

Tras llegar a la Antioquía de Pisidia, Pablo y Bernabé obtienen la oportunidad de proclamar la Palabra en la sinagoga un día de reposo (Hch. 13:15). En aquella época, durante el servicio en la sinagoga, se leía la Ley y los Profetas, y los forasteros podían recibir la invitación para exponer un mensaje. Pablo no desaprovecha la ocasión y, levantándose, hace señas con la mano para dirigirse a los judíos y a los gentiles temerosos de Dios (Hch. 13:16). El Pastor David Jang observa aquí cuán decisivo es tener una “actitud firme” al predicar el evangelio. En lugar de ser vacilante o excesivamente cauto, Pablo anuncia con valentía un mensaje para el cual estaba plenamente preparado. Tal como 1 Pedro 3:15 exhorta a “estar siempre preparados para presentar defensa ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros”, Pablo vivía como un testigo siempre dispuesto.

El núcleo de su sermón consistía en evocar la historia de Israel para desembocar en la muerte y resurrección de Jesucristo. Pablo expone de manera breve y directa el llamamiento de Israel en el Antiguo Testamento, la liberación de la esclavitud en Egipto, los 40 años en el desierto, la conquista de Canaán, la época de los jueces y de los reyes Saúl y David, para demostrar que el verdadero Salvador que el pueblo había esperado es Jesús (Hch. 13:17-23). Explica que, dentro de esa secuencia histórica, Jesús vino como “simiente de David” y que Juan (el Bautista) preparó su camino. Añade que, aunque las autoridades de Jerusalén, por ignorancia, lo crucificaron, Dios lo levantó de entre los muertos (Hch. 13:30). El Pastor David Jang señala en este punto que “los dos ejes más importantes de la proclamación del evangelio son la identidad de Jesucristo (Rey y Salvador) y el suceso de su resurrección”. Aunque las enseñanzas morales o filosóficas puedan ser valiosas, no deben empañar lo esencial: la muerte y resurrección de Cristo son el corazón mismo del mensaje.

Al proclamar con fuerza: “Este hombre es el Mesías” y “Dios lo resucitó de entre los muertos”, el evangelio mostró su poder y conmovió profundamente a los oyentes dentro y fuera de la sinagoga. Muchos de ellos quisieron escuchar nuevamente el mismo mensaje el siguiente día de reposo (Hch. 13:42), y en la siguiente semana “casi toda la ciudad se reunió para oír la palabra de Dios” (Hch. 13:44). Según el Pastor David Jang, este suceso revela que la “concentración en el mensaje central del evangelio y su proclamación valiente” hace que el alma humana reconozca intuitivamente la verdad y sienta sed de ella. La necesidad humana de la verdad y la búsqueda espiritual son tan profundas y poderosas que, cuando el mensajero predica con seguridad, sin timidez ni sumisión, se desata una gran obra, como se ve en el caso de Pedro en Hechos 3:6: “No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy”.

¿De dónde proviene esa valentía? El Pastor David Jang resume el secreto en dos puntos. Primero, la compañía del Espíritu Santo. Tal como Jesús prometió a sus discípulos al enviarlos: “Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mt. 28:20). Todo el libro de Hechos demuestra que cuando el Espíritu Santo desciende, puede sacudir edificios, romper la oposición y finalmente llevar el evangelio incluso a los gentiles. Segundo, la sólida identidad del evangelista. Pablo era uno de los fariseos más prometedores de su tiempo en Jerusalén; sin embargo, tras presenciar el martirio de Esteban y tener un encuentro decisivo con Jesús, se arrepintió y rindió por completo su vida a la predicación del evangelio. Desde entonces declaró: “Es necesario que también vea Roma” (Hch. 19:21), con la convicción de llevar el evangelio al centro del mundo. Puesto que reconocía claramente que toda su existencia tenía como propósito dar testimonio de Cristo, en cualquier circunstancia y siempre que se le presentaba la ocasión, proclamaba a Jesús con firmeza.

Así, la proclamación intrépida del evangelio ha sido y sigue siendo la clave esencial para difundirlo. En el siglo XXI, los nuevos medios de comunicación, las redes globales y las oportunidades empresariales se han multiplicado enormemente. El Pastor David Jang describe este cambio de época como “el paso de la era agrícola e industrial a la era de la tecnología y la información”. Hoy, para compartir el evangelio, ya no es imprescindible “caminar” físicamente largas distancias. Las transmisiones por internet, redes sociales, reuniones de negocios u otros canales en línea facilitan el alcance de muchas personas. Pero, sin importar cuánto cambien las formas de comunicación, lo que finalmente conmueve el corazón es el “mensaje central” del evangelio. Cuando se anuncia con claridad que “Cristo murió por nuestros pecados y resucitó para darnos vida eterna”, los espíritus se despiertan y la sed interior se sacia.

El resultado de la valiente proclamación de Pablo fue la apertura del corazón de toda la ciudad de Antioquía de Pisidia. Aunque algunos judíos se opusieron por envidia, los gentiles se alegraron y alabaron la palabra de Dios (Hch. 13:48). Independientemente de que la iglesia sea grande o pequeña, cuando se mantiene firme en proclamar el evangelio, la gente escucha ese mensaje y experimenta una resonancia profunda en su interior. El Pastor David Jang llama a esto “intuición espiritual”: tanto un niño como un adulto con mucha formación pueden, de forma casi instintiva, reconocer si el evangelio que escuchan es auténtica agua de vida.

Agrega que un ejemplo representativo es la declaración de Pedro: “No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy: en el nombre de Jesucristo de Nazaret, ¡levántate y anda!” (Hch. 3:6). Ciertamente, la Iglesia muchas veces carece de bienes materiales o poder terrenal, pero ofrece el mejor regalo posible: el evangelio. Según el Pastor David Jang, ese compartir el mensaje de vida es lo que vivifica a la Iglesia, a las ciudades y naciones, e incluso transforma el mundo. Y al anunciar este evangelio de vida, lo que más se necesita es “valentía y convicción, junto con el poder del Espíritu Santo”.

Con esa misma certidumbre, la red misionera global liderada por el Pastor David Jang ya ha establecido numerosas iglesias en varios países, organizando presbiterios y fundando centros de misión, negocios o educación, donde se enseña el evangelio a las comunidades locales. Aun cuando la Iglesia anhele el crecimiento, si no tiene un lugar de culto lo suficientemente grande o la infraestructura educativa necesaria, es posible que no pueda acoger a los nuevos creyentes que Dios envía. Por ello, la adquisición o la construcción de edificios también forman parte de la estrategia misionera, concebida para predicar el evangelio con valentía. El Pastor David Jang enseña que “prepararse para el futuro es un acto de fe” y que, cuando la Iglesia se expande paulatinamente en oración, Dios envía aún más almas sedientas.

En definitiva, la proclamación audaz del evangelio y la fidelidad a su mensaje central impulsan a la Iglesia a seguir avanzando hacia el mundo. No obstante, debe saberse que, al compartir el evangelio, siempre surgirán la envidia, la oposición e incluso la persecución. El libro de Hechos demuestra que estas circunstancias suelen ser el medio para que el evangelio se difunda aún más y llegue a mayor número de personas. Cuando el poder religioso en Jerusalén persiguió a la Iglesia, el evangelio se extendió a Samaria y a las regiones gentiles (Hch. 8). Del mismo modo, en Antioquía de Pisidia, la envidia de algunos judíos desencadenó la alegría de los gentiles al recibir la Palabra (Hch. 13). Por tanto, la valentía en el evangelio no es simplemente temeridad, sino una combinación de la fe en la “obra activa de Dios” y la decisión de “avanzar a pesar de la oposición”.


El gozo y la plenitud del Espíritu Santo en medio de la envidia y la persecución

La segunda mitad de Hechos 13 presenta otro tema esencial: “la oposición y la envidia contra la proclamación del evangelio, y la alegría y la plenitud del Espíritu Santo que surgen de ello”. Cuando la predicación impactó a muchas personas en la sinagoga de Antioquía de Pisidia, algunos judíos reaccionaron con envidia, calumniando a Pablo y hostigándolo (Hch. 13:45). No obstante, los gentiles se gozaron con ese mensaje. Como señala la frase: “Todos los que estaban ordenados para vida eterna creyeron” (Hch. 13:48), cuanto más crece la oposición, más nítido se hace el evangelio y aquellos corazones preparados se aferran firmemente a la Palabra. Esto se ha repetido a lo largo de la historia de la Iglesia.

El Pastor David Jang destaca la actitud de Pablo y Bernabé al “sacudirse el polvo de los pies” (Hch. 13:51) y marcharse a otra ciudad, demostrando que “si vosotros rechazáis el evangelio, nos marcharemos sin titubeos a donde sí haya una puerta abierta”. La Iglesia hace lo posible por salvar a todos, pero si alguien rechaza de manera sistemática y hostil el mensaje, es mejor no aferrarse con terquedad y, en cambio, sacudirse el polvo de los pies y seguir adelante. Puede parecer frío o insensible, pero es un principio crucial: el evangelio exige aceptación voluntaria; no se puede forzar ni mendigar. Y, tal como enseña el texto, “el celo de los que se oponen no detiene la misión, sino que abre puertas más amplias”.

El último versículo de Hechos 13 resume bien el resultado: “Y los discípulos estaban llenos de gozo y del Espíritu Santo” (Hch. 13:52). Podría parecer un fracaso que Pablo y Bernabé fueran expulsados de la ciudad, pero en realidad sus corazones rebosaban de alegría. ¿La razón? El evangelio había llegado a toda la ciudad, muchos gentiles habían creído en Jesús, y se estaban formando nuevos discípulos. Esto permitió que el mensaje continuara expandiéndose no solo en Antioquía de Pisidia, sino también en las áreas vecinas. El Pastor David Jang explica que “la mayor recompensa de la evangelización no es el éxito material, sino la alegría al ver a las almas que reciben la salvación y la plenitud del Espíritu que acompaña ese momento”.

Lo mismo se aplica a la Iglesia actual. Cuanto más se predica el evangelio, más se topará con incomprensiones, rechazos o la oposición de otras religiones o de la cultura secular. Cuanto más intenso sea el conflicto, más fácilmente se desanima el corazón. Sin embargo, en ese contexto, experimentar “el gozo que da el Espíritu Santo” es la esencia de la vida del discípulo. Esto concuerda con Romanos 8:28: “A los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”. El Pastor David Jang exhorta diciendo: “Incluso si surgen pequeñas disputas o sufrimientos, eso se convierte en el trampolín para avanzar a territorios más amplios”.

Un principio similar aparece en Hechos 8. Cuando la gran persecución se abatió sobre la Iglesia de Jerusalén, los creyentes se dispersaron y el evangelio se extendió a Samaria, Asia e incluso a Europa en el futuro. También en la historia de José, vemos que Dios puede transformar el mal en bien. Aunque sus hermanos, movidos por celos, lo vendieron como esclavo, finalmente José se convirtió en el medio para salvarlos a ellos y a todo Egipto. De manera análoga, Pablo y Bernabé convirtieron la envidia y el rechazo que sufrieron en Antioquía de Pisidia en una oportunidad para llevar el evangelio a los gentiles. El Pastor David Jang señala que “quien vista el manto de muchos colores de Jesucristo inevitablemente sufrirá celos”, pero precisamente a través de ese proceso Dios cumple una gran salvación.

Cabe destacar la tenacidad de Pablo hacia la obra evangelizadora. Aunque declaraba “sacudirse el polvo de los pies” cuando los judíos rechazaban el mensaje, continuaba buscando sinagogas judías en otros lugares (Hch. 14, 17, 19, etc.). No abandonó por completo a los judíos, sino que siguió explorando cualquier posibilidad de apertura. Si encontraba una fuerte oposición en un punto geográfico o temporal, no se estancaba allí, sino que buscaba una “puerta abierta” en otro lugar. El Pastor David Jang resalta la importancia de este enfoque en el campo misionero: “Si una puerta se cierra en un lugar, se abrirá otra mayor en otro”. Y cuando esa apertura llega, el gozo y la plenitud del Espíritu Santo entre los discípulos se multiplican.

Hoy en día se dan casos similares en el ámbito de las misiones. En ciertos países o regiones, las barreras religiosas o políticas pueden bloquear la evangelización directa, pero surge otro camino, como programas de negocios o de educación; o se trabaja a través de comunidades de inmigrantes o de la diáspora, que a su vez llevan el evangelio aún más lejos. Aunque la oposición provenga de gobiernos locales, grupos regionales o prejuicios religiosos, a menudo aparece un sendero alternativo que alcanza a un mayor número de almas, produciendo así el “fruto gozoso” de la conversión. Estas experiencias ratifican que el principio de Hechos 13 sigue vivo en la actualidad.

Al final de Hechos 13, “los discípulos se llenan de gozo y del Espíritu Santo” (Hch. 13:52) no en un contexto de “vientos favorables” donde todo es fácil, sino en medio de la “tempestad” de la envidia y la oposición. Es el Espíritu quien fortalece al creyente débil, lo alienta a orar y alabar en medio de la persecución y prepara el camino para que el evangelio se extienda aún más. El Pastor David Jang recalca que esta palabra debe infundir coraje a muchas iglesias y obreros de hoy. Cuanto más crece una congregación o surgen presbiterios en distintas naciones, mayores pueden ser los ataques. Pero lejos de retroceder, debemos perseverar en la oración y mantener la mirada en la luz de Dios. Entonces, experimentaremos “el gozo y la plenitud del Espíritu” que reciben los que vencen la envidia y la persecución, y ese es precisamente el poder genuino de la Iglesia.

El Pastor David Jang menciona que, al adquirir iglesias o centros en distintos países, suele suceder que “ciertas denominaciones o congregaciones sin visión de futuro venden sus edificios”, mientras que “las iglesias con esperanza los adquieren y sueñan con el avivamiento”. Cuando una denominación pierde la capacidad de ver a la próxima generación, se encamina a la reducción y, finalmente, a la desaparición. Este principio aparece en Hechos: los líderes religiosos judíos, carcomidos por la envidia, terminaron al borde de la ruina, mientras que los gentiles que acogieron el evangelio con alegría se convirtieron en protagonistas de una nueva historia. Así, el gozo y la plenitud del Espíritu que la Iglesia experimenta señalan la confluencia entre su enfoque en el futuro y la providencia divina.

En conclusión, el mensaje de Hechos 13 es diáfano. Proclamar el evangelio no es un camino fácil y está expuesto constantemente a la envidia, la oposición y la persecución. Sin embargo, el pueblo de Dios, lejos de retroceder, persevera y ve cómo el reino de Dios crece al rescatar a más y más almas. Y quienes están al frente de esa labor se llenan “de gozo y del Espíritu Santo”. La Iglesia del siglo XXI debe aplicar estas mismas lecciones. Cualquiera que sea el lugar, aunque haya rechazo y persecución, Dios siempre prepara otra senda y hace llegar su palabra a las almas dispuestas a recibirla. A medida que contemplamos este proceso, brota en nosotros el gozo genuino y el obrar del Espíritu se hace aún más evidente.

La conclusión final que recalca el Pastor David Jang es que “así como la Iglesia de Antioquía se convirtió en un modelo, la Iglesia de hoy debe orar y atreverse a lanzarse a la misión mundial”. Cuando se abre una nueva puerta, debemos aprovecharla para compartir el evangelio y extender la labor de la Iglesia a diversos campos (negocios, educación, medios, cultura, etc.). Tal como Hechos 13:49 relata que “la palabra del Señor se difundía por toda aquella provincia”, así también podemos ver la misma obra en nuestros días. Y el resultado es que “los discípulos estaban llenos de gozo y del Espíritu Santo”. Ese gozo no es un mero entusiasmo emocional, sino la plenitud espiritual y el júbilo comunitario que experimentan quienes participan en la obra de dar vida. Del mismo modo que la misión alcanzó desde Jerusalén, Antioquía y Antioquía de Pisidia, a las zonas del Mediterráneo y llegó hasta Roma, el Pastor David Jang sueña con que hoy alcance a Japón, China, Estados Unidos, Europa, África y todos los rincones del mundo. Así, la Iglesia no deja de expandirse y millones de almas reciben vida.

En definitiva, la historia de la Iglesia primitiva que narra Hechos es la lección más valiosa para la Iglesia contemporánea. Aunque sea pequeña, si una congregación está llena del Espíritu, puede impactar al mundo; por el contrario, una congregación grande y ostentosa sin la presencia del Espíritu se desmorona por sí sola. Por ello, no hay razón para desesperarse ante el desafío de la envidia, la persecución y los conflictos internos. Con fe audaz, predicando sin cesar la esencia del evangelio —la muerte y resurrección de Jesucristo—, la Iglesia de hoy también puede experimentar el gozo y la plenitud del Espíritu, al igual que la Iglesia de Antioquía, y cumplir el llamado divino de “llevar el evangelio hasta los confines de la tierra”. Esa es la gran comisión que corresponde a nuestra generación y a nuestras iglesias. El Pastor David Jang espera que este mensaje y visión que él proclama incesantemente brillen en la sociedad global del siglo XXI, y que la Buena Noticia de Jesucristo se extienda por todo el mundo. De este modo, la Iglesia seguirá ensanchándose y se salvará una multitud incontable de almas.

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